Durante la mayor parte de la historia humana, los cielos han sido un tapiz de regularidad y previsibilidad. Pero en 2017, un visitante rompió nuestros esquemas. Un objeto rojizo, extremadamente alargado y que se movía de una forma que no podíamos explicar del todo, atravesó nuestro sistema solar. Su nombre, ‘Oumuamua, significa «explorador» en hawaiano, y su paso fugaz nos dejó con más preguntas que respuestas y un profundo vacío científico: no estábamos preparados. Ahora, con el Observatorio Vera C. Rubin a punto de iniciar operaciones, nos enfrentamos a un diluvio inminente. Se espera que la detección de objetos interestelares (ISOs) como ‘Oumuamua pase de ser una rareza de una vez por década a un evento casi mensual.

Esta nueva era exige un nuevo protocolo. Ante la avalancha de visitantes cósmicos, ¿cómo distinguiremos lo mundano de lo anómalo? ¿Y cómo gestionaremos, de forma científica y serena, un descubrimiento que podría desafiar nuestras suposiciones más fundamentales sobre la vida en el universo? Un equipo de científicos propone una solución: la Escala Loeb, un sistema de clasificación diseñado para guiar a la humanidad a través de la incertidumbre. La pregunta que se busca responder no es solo «¿qué es ese objeto?», sino «¿cómo debemos reaccionar, paso a paso, a medida que desvela sus secretos?».

La Propuesta de Avi Loeb

En este contexto el astrónomo Abraham «Avi» Loeb ha propuesto una escala con la que podamos medir la extrañeza del objeto estelar que estamos investogando y su posible naturaleza tecnologica. Y el profesor Loeb no es un cualquiera. Aunque con una carrera larguísima y prestigiosa en el campo de la astronomía, ha pasado a ser particularmente popular a partir de sus decalaraciones sobre el objeto interestelar ‘Oumuamua, por las que afirmaba que nos estabamos encontrando con un objeto tecnologico. Sus declaraciones pusieron en su contra a prácticamente toda la comunidad científica, pero lo cierto es que, a parte de los insultos, sus preguntas aun no han obtenido respuesta. Es decir, aunque Loeb sigue haciendo ciencia a diario, se ha convertido en un marginado dentro del paradigma actual; aunque quizás desde esa posición es aun mas libre para plantear sus preguntas. Pero ¿Quién es este marginado?

Avi Loeb es el director del Proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Agujero Negro de la Universidad de Harvard, director del Instituto de Teoría y Computación del Centro Harvard-Smithsoniano de Astrofísica y exdirector del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard (2011-2020). Fue miembro del Consejo Presidencial de Asesores en Ciencia y Tecnología y presidente de la Junta de Física y Astronomía de las Academias Nacionales. Es autor del éxito de ventas «Extraterrestre: El primer signo de vida inteligente más allá de la Tierra » y coautor del libro de texto « 
Vida en el cosmos », ambos publicados en 2021. La edición de bolsillo de su nuevo libro, titulado «Interstellar», se publicó en agosto de 2024.

Avi Loeb ha propuesto la clasificación en el paper científico «The Loeb Scale: Astronomical Classification of Interstellar Objects», accesible aquí. Son coautores de este artículo tambien Omer Eldadi, de la Escuela de Psicología , Universidad de Reichman, Herzliya, Israel, y Gershon Tenenbaum, del Departamento de Astronomía, Universidad de Harv ard, Cambridge, MA, USA

Del Riesgo de Impacto a la Evaluación de Anomalías

Para comprender la Escala Loeb, primero debemos mirar a su exitoso predecesor, la Escala de Turín. Introducida en 1999, esta escala de 0 a 10 se convirtió en el estándar mundial para comunicar el riesgo de impacto de los asteroides cercanos a la Tierra. Es, en esencia, un sistema de alarma cósmica: el nivel 0 es «sin peligro», mientras que el 10 significa una colisión segura con consecuencias globales. La Escala de Turín ha sido inmensamente útil porque creó un lenguaje común y preciso para un problema específico: el riesgo de impacto de objetos de origen natural.

Sin embargo, los ISOs presentan un desafío completamente diferente. El problema no es (principalmente) su riesgo de impacto, sino el misterio de su origen y naturaleza. La Escala de Turín asume un origen natural, una suposición que ya no podemos dar por sentada. ‘Oumuamua nos enseñó que los visitantes de otras estrellas pueden exhibir anomalías —en su trayectoria, forma y composición— que desafían una fácil explicación. Aquí es donde la Escala Loeb, formalmente conocida como la Escala de Significancia de Objetos Interestelares (IOSS), entra en juego.

Los Niveles de la Escala Loeb: Un Viaje de lo Conocido a lo Extraordinario

La Escala Loeb adapta el familiar marco de 0 a 10 de la Escala de Turín, pero en lugar de medir el riesgo, mide el grado de anomalía y la posible necesidad de considerar un origen tecnológico. Se divide en tres zonas de color que guían la respuesta científica y estratégica.

Zona Blanca/Verde (Niveles 0-1): Lo Esperado. Un objeto en esta categoría es consistente con los fenómenos naturales que conocemos. El segundo ISO confirmado, 2I/Borisov, es un ejemplo perfecto de un Nivel 0. A pesar de su origen interestelar, se comportó exactamente como un cometa de nuestro propio sistema solar: desarrolló una coma de gas y polvo, y su composición era familiar. Es un visitante bienvenido, pero no uno que altere nuestra comprensión del cosmos.

Zona Amarilla (Niveles 2-4): La Anomalía que Merece Atención. Aquí es donde las cosas se ponen interesantes. Esta zona clasifica objetos con anomalías cada vez más significativas. Un Nivel 2 podría tener una desviación en su trayectoria que los modelos cometarios no explican del todo. Un Nivel 3 tendría múltiples anomalías persistentes, como una fuerte aceleración no gravitacional sin una coma visible que la justifique.

El Nivel 4 es el umbral crítico de la escala. No afirma que un objeto sea artificial, pero sí reconoce que sus características son lo suficientemente anómalas como para que la hipótesis de una tecno-firma deba ser considerada formalmente como parte de la investigación científica. Tanto 1I/’Oumuamua como el más reciente 3I/ATLAS son clasificados por los autores como Nivel 4.

  • ‘Oumuamua alcanzó este nivel por su combinación de aceleración no gravitacional sin desgasificación visible y una forma extremadamente alargada inferida de su curva de luz.
  • 3I/ATLAS lo hace por una acumulación de improbabilidades: una órbita retrógrada casi perfectamente alineada con el plano de la Tierra, una aparente paradoja de tamaño, y una trayectoria con múltiples y sincronizados acercamientos a los planetas interiores. Un objeto de Nivel 4 activa un protocolo de observación intensificada. Es el punto en que la pregunta «¿qué es?» se une a la pregunta «¿qué podría significar?».

Zona Naranja (Niveles 5-7): La Sospecha de Tecnología. Esta zona marca un cambio cualitativo hacia la sospecha de un origen artificial, lo que requiere una respuesta estratégica inmediata.

  • Nivel 5: Sospecha de tecnología pasiva (por ejemplo, una reliquia o una sonda en desuso).
  • Nivel 6: Sospecha de tecnología activa. Esto requeriría evidencias como maniobras de propulsión, señales electromagnéticas no naturales o el despliegue de sub-objetos.
  • Nivel 7: Tecnología activa con intención desconocida o potencialmente hostil.

Zona Roja (Niveles 8-10): La Confirmación. Reservada para escenarios post-confirmación de un origen artificial, esta zona se diferencia por el potencial de impacto.

  • Nivel 8: Tecnología confirmada, sin amenaza de colisión. Representaría el descubrimiento más profundo de la historia humana.
  • Niveles 9 y 10: Tecnología confirmada en una trayectoria de impacto regional o global, respectivamente.

Un Instrumento para la Preparación, no para el Alarmismo

Los críticos podrían argumentar que incluir niveles para tecnología confirmada es especulativo. Sin embargo, los autores del estudio señalan precedentes de otras escalas de riesgo, como las de pandemias de la OMS o las de incidentes nucleares de la AIEA. Estas escalas incluyen niveles de catástrofe máxima que, afortunadamente, rara vez o nunca se han utilizado. Su existencia no es para crear pánico, sino para garantizar que existan protocolos claros y ensayados para los peores escenarios. De la misma manera, la Escala Loeb no es una herramienta de alarmismo, sino de preparación y claridad conceptual.

El principal desafío es el tiempo. Las trayectorias hiperbólicas de los ISOs nos dan, en el mejor de los casos, meses o semanas para observarlos, no los años que a menudo tenemos con los asteroides. Esto hace que tener un plan de respuesta predefinido sea aún más crucial.

Conclusión: La Audacia de Estar Preparados

La Escala Loeb llega en un momento decisivo. Con el Observatorio Vera C. Rubin a punto de abrir una nueva ventana al universo, pasaremos de ser observadores pasivos a ser centinelas de un flujo constante de visitantes interestelares. Esta escala nos proporciona un lenguaje común y un marco riguroso para analizar lo que venga, desde cometas ordinarios hasta, quizás, algo que redefina nuestro lugar en el cosmos.

Su mayor contribución es combatir el «sesgo de la naturalidad». Al incluir explícitamente la posibilidad de tecno-firmas, la escala obliga a una investigación completa y sin prejuicios, evitando tanto el escepticismo excesivo como la especulación sin fundamento. Como se demostró con ‘Oumuamua, la ausencia de un protocolo puede llevar a la pérdida de datos irrecuperables y a un debate polarizado.

Al final, la Escala Loeb es mucho más que una tabla de clasificación. Es una declaración de intenciones científicas: una promesa de que, sin importar lo que salga de la oscuridad entre las estrellas, la humanidad lo enfrentará con la mente abierta, con un método riguroso y, sobre todo, preparada. No es una escala de lo que esperamos encontrar, sino de cuán listos estamos para encontrar cualquier cosa.

Autor

  • Antonio comenzó a investigar los fenómenos anómalos desde muy niño, especializándose en la investigación ufológica. Su perspectiva ha sido siempre crítica y racionalista, aunque no negacionista. Piensa que cada caso debe ser investigado hasta sus últimas consecuencias, pero que eso no puede conducir a inventar respuestas, ya sea en uno u otro sentido. Pronto se unió al Consejo de Investigadores Ufológicos Españoles, donde aprendió las técnicas de la investigación de campo de veteranos como Ramón Navia. Antonio Salinas desarrolló el Proyecto CATAGRA, una catalogación sistemática de los avistamientos OVNI ocurridos en la provincia de Granada. Participó en la fundación de la S.I.B., desarrollando estatutos y reglamentos y toda la documentación necesaria.

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