En nuestra entrega anterior, viajamos a través de las décadas de esfuerzo, secreto y controversia que marcaron el abordaje del gobierno de los Estados Unidos al fenómeno OVNI. Vimos cómo proyectos con nombres en clave como SIGN, Grudge y Blue Book intentaron, con éxito variable y a menudo con un escepticismo institucional, catalogar y comprender un misterio que se negaba a desaparecer. Sin embargo, creer que la saga de los Fenómenos Aeroespaciales No Identificados (UAP, por sus siglas en inglés) es una historia exclusivamente estadounidense sería cometer un error de perspectiva cósmica. El cielo no conoce fronteras, y la curiosidad y la preocupación que estos fenómenos inspiran tampoco.

En este artículo, ampliamos nuestro horizonte para explorar las fascinantes y a menudo olvidadas historias de cómo otras dos grandes naciones occidentales, Canadá y Francia, se enfrentaron al enigma. Nuestro guía en esta exploración es un monumental trabajo académico recién publicado en el número de junio de la prestigiosa revista científica revisada por pares «Progress in Aerospace Sciences«. Titulado «La Nueva Ciencia de los Fenómenos Aeroespaciales y Submarinos No Identificados (UAP)«, este artículo, liderado por el Dr. Kevin H. Knuth y un consorcio internacional de más de treinta científicos e investigadores, representa un hito en el estudio riguroso de este tema. Dejando atrás el estigma, nos sumergimos en los archivos oficiales y los esfuerzos científicos para descubrir cómo nuestros vecinos del norte y nuestros aliados al otro lado del Atlántico lidiaron con lo desconocido. Sus enfoques, notablemente distintos entre sí y del modelo estadounidense, nos ofrecen lecciones cruciales sobre la perseverancia científica, la transparencia gubernamental y la incesante búsqueda humana de respuestas.


La Investigación Canadiense

La vasta y a menudo solitaria extensión de los cielos canadienses ha sido testigo de su propia cuota de misterios aéreos. La respuesta oficial de Canadá al fenómeno UAP se puede dividir en dos capítulos muy diferentes: uno, un audaz y visionario proyecto de mediados de siglo impulsado por la hipótesis de un solo hombre; el otro, un esfuerzo metódico y contemporáneo centrado en la política y el proceso. Juntos, ilustran la evolución del pensamiento sobre este complejo tema.

El Proyecto Magnet

Wilbert Smith, precursor del Prouecto Magnet

En 1950, mientras en Estados Unidos el Proyecto Grudge estaba en marcha, un ingeniero de radio de alto nivel del Departamento de Transporte de Canadá, Wilbert Smith, se embarcó en una de las investigaciones sobre OVNIs más singulares jamás emprendidas por un gobierno. Smith no era un mero catalogador de avistamientos; era un pensador audaz con una hipótesis radical: que la clave para la propulsión de los «platillos volantes» no residía en los cohetes o los motores a reacción, sino en el vasto y desaprovechado campo magnético de nuestro propio planeta. Imaginemos a un antiguo navegante que, en lugar de intentar mejorar las velas y los remos, se propusiera domar las propias corrientes oceánicas para impulsar su barco.

Esa era la escala de la ambición de Smith.

Con una visión que bordeaba la ciencia ficción pero con el rigor de un ingeniero gubernamental, Smith convenció a sus superiores. En diciembre de 1950, con el respaldo del Viceministro de Transporte para Servicios Aéreos, nació oficialmente el Proyecto Magnet. Su objetivo no era simplemente registrar luces en el cielo, sino investigar activamente los fenómenos geomagnéticos con la esperanza de descubrir y, potencialmente, aplicar una nueva física de propulsión. Smith creía que si podía entender cómo interactuaban estos objetos con el campo magnético de la Tierra, podría desvelar una tecnología que cambiaría el mundo.

Observatorio en Shirley Bay del Proyecto Magnet

Para poner a prueba sus ideas, el Proyecto Magnet no se basó únicamente en informes de testigos. Smith estableció un observatorio dedicado en Shirley Bay, a unos 30 kilómetros de Ottawa, que la prensa no tardó en apodar el «Observatorio Canadiense de Platillos Volantes«. Lejos de ser un puesto de vigilancia improvisado, estaba equipado con instrumentos científicos serios: un gravímetro para medir minúsculas fluctuaciones en el campo gravitatorio terrestre, un magnetómetro para detectar variaciones en el campo magnético, e incluso un reactor ionosférico para estudiar las condiciones de la alta atmósfera. La esperanza era capturar una anomalía magnética, gravitacional o de radio en el preciso instante en que un UAP fuera avistado, proporcionando así la anhelada evidencia física.

Sin embargo, la ambición de Smith y su creciente enfoque en la hipótesis extraterrestre como explicación más probable para los fenómenos comenzaron a generar incomodidad dentro de la burocracia canadiense. A pesar de su insistencia en que su trabajo se adhería a principios científicos rigurosos, la atención mediática y el carácter controvertido de su investigación aumentaron la presión. Para sus superiores en el Departamento de Transporte, un proyecto que había comenzado como una investigación sobre geomagnetismo parecía haberse desviado hacia un territorio demasiado especulativo.

Operador Proecto Magnet

A pesar de la dedicación de Smith y los meticulosos experimentos en Shirley Bay, el clima cambió. A mediados de 1954, el Proyecto Magnet fue oficialmente clausurado, citando la publicidad adversa y la percepción de que sus investigaciones se habían alejado del mandato del departamento. Aunque de corta duración, el proyecto dejó un legado perdurable. Fue una demostración temprana de cómo la curiosidad científica y la esperanza de avances tecnológicos podían chocar con la realidad burocrática y el escepticismo institucional. La historia de Wilbert Smith y su Proyecto Magnet es un testimonio de los desafíos que enfrentan los pioneros que intentan llevar la legitimidad científica al estudio de los UAP, un delicado equilibrio entre la audacia de la investigación y la cautela del patrocinio oficial.

Un Nuevo Amanecer: El Proyecto Sky Canada

Casi setenta años después de la clausura del Proyecto Magnet, el gobierno canadiense volvió a abordar el tema de los UAP, pero con un enfoque radicalmente diferente, reflejo de una nueva era de transparencia y preocupación por la seguridad. En el otoño de 2022, la Oficina del Asesor Científico Principal (OCSA) de Canadá lanzó el Proyecto Sky Canada. ]

A diferencia del enfoque de Smith en la física exótica, el mandato del Proyecto Sky Canada es mucho más pragmático y sistémico: estudiar y evaluar cómo se gestionan los avistamientos de UAP en Canadá. No busca tanto resolver el misterio de qué son los UAP, sino más bien optimizar el proceso mediante el cual el gobierno recopila, analiza y responde a los informes. Es un ejercicio de buena gobernanza y metodología científica aplicado a un problema persistente.

La seriedad del proyecto es evidente en su alcance y sus colaboraciones. Sky Canada trabaja con una impresionante lista de departamentos y agencias federales, incluyendo el Departamento de Defensa Nacional (DND), la Real Policía Montada de Canadá (RCMP), NAV CANADA (el proveedor de servicios de navegación aérea del país), la Agencia Espacial Canadiense y la Guardia Costera. Además, su perspectiva es decididamente internacional, colaborando con las naciones del G7 y los miembros de la alianza de inteligencia «Five Eyes», así como con entidades específicas como AARO y NASA en Estados Unidos, y GEIPAN en Francia, demostrando un reconocimiento de que el fenómeno requiere una respuesta global coordinada.

Con un informe preliminar publicado en enero de 2025 y un informe completo previsto para marzo de 2025, el proyecto ya ha arrojado datos reveladores. Se estima que los canadienses reportan entre 600 y 1.000 avistamientos al año, y una encuesta indica que un asombroso 25% de los ciudadanos afirman haber presenciado personalmente un UAP en su vida. Estas cifras subrayan que el fenómeno no es marginal, sino una experiencia común que requiere una atención oficial estructurada.

Las recomendaciones del proyecto apuntan hacia un futuro de mayor apertura y participación:

  • Datos Públicos: Poner los datos sobre UAP a disposición del público para apoyar la investigación independiente.
  • Participación Ciudadana: Desarrollar programas de ciencia participativa para involucrar a voluntarios en el estudio de los UAP.
  • Percepción Pública: Realizar encuestas periódicas para medir la percepción pública y mejorar los servicios de reporte.
  • Colaboración Internacional: Fortalecer las alianzas con entidades internacionales para compartir datos, metodologías y mejores prácticas.

La conclusión del informe preliminar del Proyecto Sky Canada encapsula perfectamente este nuevo espíritu: «Adoptar un enfoque colaborativo y basado en la ciencia ayudará a abordar las preocupaciones del público, desmitificar los UAP y, potencialmente, revelar conocimientos valiosos sobre fenómenos aéreos que actualmente no tienen explicación«. De la audaz pero solitaria búsqueda de Wilbert Smith a la red colaborativa y metódica de Sky Canada, el viaje de Canadá en el estudio de los UAP refleja una maduración en la forma en que una nación moderna puede enfrentarse a lo desconocido: no con secreto o desdén, sino con rigor, transparencia y una invitación abierta a la colaboración.


El Largo y Complejo «Affaire» Frances con los OVNIs

Si la historia estadounidense con los OVNIs se caracteriza por fases de intenso interés seguidas de desmentidos oficiales, y la canadiense por dos capítulos distintos y distantes, la experiencia francesa es única: una «affaire» larga, continua y profundamente arraigada tanto en sus estamentos militares y científicos como en su sociedad civil. Desde los primeros días de la posguerra hasta la actualidad, Francia ha mantenido un nivel de compromiso oficial con el tema que no tiene parangón en el mundo, culminando en la creación de la única oficina gubernamental civil, pública y financiada por el estado dedicada permanentemente al estudio de los UAP.

De los «Cohetes Fantasma» al «Colegio Invisible» (1940-1968)

El interés de Francia por los cielos anómalos comenzó incluso antes de la famosa oleada de 1947 en Estados Unidos. La preocupación se encendió con los informes de los «cohetes fantasma« que surcaban los cielos de Escandinavia en 1946. Este fenómeno ya fue tratado en nuestra anterior entrada. Lejos de ser ignorados, estos eventos alcanzaron las más altas esferas del poder. El 13 de mayo de 1946, el presidente del gobierno provisional, Georges Bidault, dirigió un memorando a las máximas autoridades de la Defensa francesa. El documento, que más tarde fue recuperado por la inteligencia estadounidense, no dejaba lugar a dudas sobre la seriedad del asunto: «…es imposible dudar de que son proyectiles… El estado mayor sueco y finlandés están ahora absolutamente convencidos». La hipótesis dominante era que se trataba de misiles soviéticos, una preocupación de primer orden en el amanecer de la Guerra Fría.

Este temprano interés militar sentó las bases para una estructura de investigación. El Bureau Scientifique de l’Arm´ee de l’Air (Oficina Científica de la Fuerza Aérea), creado en 1945, ya estaba abriendo un expediente sobre avistamientos de OVNIs en 1951. Cuando las noticias de las oleadas estadounidenses de 1947, 1952 y 1954 llegaron a la prensa francesa, encontraron un terreno fértil. Rápidamente surgieron asociaciones de investigación civil, como Ouranos, fundada por Marc Thirouin, que atrajeron a escritores, investigadores y ciudadanos curiosos.

Aime Michel

En este vibrante ecosistema intelectual, emergieron figuras clave que darían forma al estudio de los OVNIs en Francia durante décadas. Uno de los más influyentes fue Aimé Michel, un hombre de radio y escritor de mente brillante. Convencido no por relatos sensacionalistas, sino al descubrir un archivo de fenómenos inusuales en el servicio meteorológico nacional, Michel se dedicó a un estudio metódico. Creó un sistema de clasificación para los avistamientos y los plasmó en mapas de Francia, buscando patrones geográficos y temporales. Fue él quien postuló que los objetos parecían emitir intensos campos magnéticos, una observación que se repetiría en informes de todo el mundo.

Quizás la contribución más duradera de Michel fue la creación del «Colegio Invisible», un apodo acuñado por su colega estadounidense J. Allen Hynek. Este era un grupo informal pero de altísimo nivel de científicos y pensadores que se reunían en secreto para discutir el fenómeno, lejos de las miradas críticas de la academia convencional. Entre sus miembros se encontraban figuras como el astrofísico Pierre Guérin, el biólogo Rémy Chauvin, el físico Olivier de Costa Beauregard, y dos jóvenes talentos que tendrían un impacto global: el ingeniero de la agencia espacial francesa (CNES) Claude Poher y un joven matemático y astrónomo destinado a convertirse en una leyenda en el campo, Jacques Vallée. Vallée, desde 1962, ya estaba aplicando el rigor del análisis estadístico y de datos a los informes de OVNIs, desarrollando sistemas de clasificación que tenían en cuenta no solo la forma del objeto, sino también sus efectos en el entorno y en los testigos, un enfoque holístico muy adelantado a su tiempo.

Para finales de la década de 1960, el panorama francés era único: una coexistencia dinámica de investigaciones militares oficiales, análisis científicos clandestinos de alto nivel y una red de investigadores civiles dedicados. Esta triple hélice sentó las bases para el siguiente y decisivo paso: la creación de una estructura pública y permanente.

Hacia una Estructura Oficial (1968-1977)

La década que precedió a la histórica creación de GEPAN fue un período de consolidación y creciente reconocimiento oficial. La idea de un grupo de investigación gubernamental ya estaba en el aire; se dice que el propio General De Gaulle, preocupado por una observación masiva en 1954, había dado su aprobación para un grupo de este tipo, aunque el proyecto fue finalmente abortado en 1968.

Mientras tanto, las investigaciones sobre el terreno continuaban. La Gendarmerie Nationale (la policía militar francesa con jurisdicción civil) se convirtió en un actor clave, participando en investigaciones de campo como en el famoso caso de aterrizaje en Valensole en 1965. Este papel de la gendarmería como primer respondiente e investigador oficial de los informes de OVNIs se convertiría en una piedra angular del sistema francés.

El año 1974 marcó un punto de inflexión en la percepción pública. En una entrevista televisada, el periodista Jean-Claude Bourret preguntó directamente al Ministro de las Fuerzas Armadas, Robert Galley, sobre los OVNIs. La respuesta de Galley fue asombrosa para la época. No solo confirmó la existencia de «un cierto número de observaciones por radar», incluyendo un eco «inexplicable y aún inexplicado» que duró diez minutos, sino que fue más allá. Al ser preguntado por los encuentros cercanos, declaró: «Debo decir que si sus oyentes pudieran ver la acumulación de información que proviene de la gendarmería… que nos fue transmitida al CNES, es en realidad bastante inquietante«.

Dr. Claude Poher

La mención del CNES (Centro Nacional de Estudios Espaciales), la agencia espacial francesa, no fue casual. Dentro de sus filas, el ingeniero Claude Poher, miembro del «Colegio Invisible», estaba llevando a cabo su propio y riguroso análisis. En 1972, publicó un estudio estadístico sobre 1.000 testimonios, concluyendo que el fenómeno era mundial y que sus características «eran distintas de cualquier cosa conocida». Simultáneamente, el prestigioso Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional (IHEDN) emitió recomendaciones en 1974 y de nuevo en 1977, proponiendo formalmente la creación de una oficina de estudio de OVNIs.

La convergencia de estos factores —la presión de científicos respetados como Poher, las recomendaciones de los altos mandos de la defensa, una nueva oleada de avistamientos y las inquietantes declaraciones de un ministro del gobierno— creó un impulso irresistible. La chispa estaba encendida. En 1977, Francia estaba a punto de hacer historia.

GEPAN, SEPRA, GEIPAN: La Evolución de un Compromiso de Estado (1977-2024)

GEIPAN LOGO

En 1977, el director general del CNES, Yves Sillard, tomó una decisión sin precedentes. Creó el GEPAN (Groupe d’Études des Phénomènes Aérospatiaux Non-identifiés), el Grupo de Estudio de Fenómenos Aeroespaciales No Identificados. Su liderazgo fue confiado, como era lógico, a Claude Poher. Por primera vez en el mundo, una nación había establecido una oficina civil oficial, financiada con fondos públicos y bajo el paraguas de su agencia espacial, con el único propósito de investigar científicamente los informes de OVNIs.

La vida de esta oficina ha sido un viaje de evolución constante, adaptándose a los climas políticos y científicos a través de varios cambios de nombre y mandato:

  • GEPAN (1977-1988): Bajo Poher y su sucesor, Alain Esterle, GEPAN sentó las bases metodológicas. Se estableció una red nacional de investigadores que trabajaban en conjunto con la gendarmería. Desarrollaron herramientas específicas, como el SIMOVNI, un dispositivo para simular en el campo lo que un testigo observó, permitiendo una reconstrucción más precisa de los avistamientos. Se publicaron numerosos documentos técnicos, notas informativas y estudios psicológicos y estadísticos.
Informe Cometa
  • SEPRA (1988-2005): Bajo el largo liderazgo de Jean-Jacques Velasco, la oficina fue renombrada como SEPRA. ] Durante este período, el CNES, a veces escéptico, limitó la capacidad de la oficina para financiar sus propias investigaciones científicas, reorientándola más hacia la recopilación y análisis de datos. Sin embargo, fue durante esta era cuando se gestó otro hito francés. En 1999, un grupo independiente de altos cargos militares, ingenieros de defensa y científicos, conocido como la asociación COMETA, publicó un informe de 90 páginas titulado «OVNIs y Defensa: ¿Para qué debemos prepararnos?». Sus conclusiones fueron explosivas. Tras analizar casos de pilotos, encuentros cercanos y datos físicos, el informe COMETA consideró y descartó sistemáticamente las explicaciones convencionales y concluyó que la hipótesis de un origen extraterrestre era «la menos improbable». El contraste con el desestimador Informe Condon de Estados Unidos no podría haber sido más marcado. El informe COMETA fue entregado al Primer Ministro Lionel Jospin y causó un considerable revuelo mediático.
  • GEIPAN (2005-Presente): Tras una auditoría externa, la oficina fue reorganizada y rebautizada de nuevo, volviendo a un nombre similar al original: GEIPAN (Groupe d’Études et d’Informations sur les Phénomènes Aérospatiaux Non identifiés). Esta nueva encarnación, bajo directores como Jacques Patenet, recibió un mandato renovado con un énfasis crucial en la información y la transparencia pública.

En una medida que revolucionó el campo a nivel mundial, GEIPAN emprendió la monumental tarea de digitalizar sus archivos y, a partir de 2007, publicarlos en su sitio web oficial para que cualquiera pudiera consultarlos. Por primera vez, los archivos OVNI de una nación estaban abiertos al escrutinio público y científico global.

Hoy, GEIPAN es un modelo de investigación de UAP. Mantiene sólidas alianzas con la Gendarmería, Météo-France (el servicio meteorológico), la Fuerza Aérea, la aviación civil (DGAC) y la comunidad científica (CNRS). Utiliza software avanzado para el análisis de imágenes y cuenta con una red de expertos multidisciplinarios en campos que van desde la aviación y la física de plasmas hasta la psicología cognitiva. Cada caso investigado se clasifica en una de cuatro categorías, ahora famosas en el campo:

  • A: Fenómeno perfectamente identificado (ej. globo, avión, etc.).
  • B: Fenómeno probablemente identificado (faltan datos para una certeza total).
  • C: Fenómeno no identificado por falta de datos (informe de baja calidad).
  • D: Fenómeno no identificado a pesar de los buenos datos y una investigación exhaustiva. Es esta categoría «D», que consistentemente representa un pequeño pero persistente porcentaje de los casos, la que mantiene vivo el misterio.

El compromiso de Francia no se detiene en GEIPAN. La prestigiosa Asociación Aeronáutica y Astronáutica de Francia (3AF) creó su propia comisión técnica, Sigma2, que en 2021 publicó un informe técnico de casi 400 páginas analizando casos de UAP. Además, GEIPAN ha organizado talleres internacionales (CAIPAN) para compartir metodologías con investigadores de todo el mundo. La conversación continúa hasta hoy, con mesas redondas en el IHEDN en 2024 y el desarrollo de nuevas plataformas de detección como el Sentinel Lab.

La «affaire» francesa con los OVNIs es una historia de casi 80 años de un compromiso ininterrumpido. Es una demostración de que es posible abordar un tema tabú con seriedad institucional, rigor científico y, en última instancia, una notable transparencia, creando un modelo que el resto del mundo apenas comienza a emular.


Dos Caminos Hacia el Misterio y un Futuro Compartido

Al comparar las trayectorias de Canadá y Francia en su búsqueda de respuestas al enigma UAP, emergen dos modelos de investigación nacional notablemente distintos, cada uno con valiosas lecciones para un mundo que despierta a la necesidad de un estudio más serio de nuestros cielos.

El camino canadiense ha sido uno de audacia inicial seguido de un largo silencio y un renacimiento moderno y pragmático. El Proyecto Magnet fue un destello de genio visionario, un intento de saltar directamente a una física de «próxima generación» que sigue eludiéndonos hoy en día. Su desaparición fue una lección sobre los límites de la audacia dentro de las estructuras gubernamentales. En contraste, el Proyecto Sky Canada de hoy es un modelo de prudencia y metodología del siglo XXI. No busca naves estelares, sino algo quizás más fundamental en esta etapa: un proceso robusto, transparente y colaborativo para manejar lo desconocido. Su énfasis en la gestión de datos, la participación ciudadana y la cooperación internacional es un manual de cómo construir una base sólida para la investigación futura.

El camino francés, por otro lado, es una saga de perseverancia. Es la historia de un compromiso de estado ininterrumpido que ha sobrevivido a cambios de gobierno, escepticismo científico y presiones políticas. La existencia continuada de una oficina como GEIPAN, alojada dentro de su prestigiosa agencia espacial, es la mayor prueba de la seriedad con la que Francia ha abordado el tema. El modelo francés nos enseña la importancia del apoyo institucional a largo plazo, la creación de redes de expertos multidisciplinarios y, sobre todo, el poder de la transparencia, como lo demuestra su revolucionaria decisión de abrir sus archivos al mundo.

A medida que el fenómeno UAP sale de las sombras del ridículo para entrar en las salas de audiencias del Congreso de los EE. UU., en los laboratorios de Harvard y en los informes de la NASA, las naciones de todo el mundo se preguntan cómo proceder. Ya no es necesario empezar de cero. Los pioneros de Canadá y, en particular, la larga y estudiada experiencia de Francia, ofrecen hojas de ruta probadas.

La lección final, quizás, trasciende las fronteras. La investigación de los UAP, ya sea a través de la lente de la física, la política o la metodología, nos obliga a confrontar los límites de nuestro conocimiento. Nos enseña que el universo, incluso en nuestra propia atmósfera, todavía alberga misterios profundos. La verdadera medida de nuestra madurez como civilización no será si encontramos respuestas definitivas de inmediato, sino cómo elegimos buscar. La historia de Canadá y Francia sugiere que el camino a seguir es uno de colaboración, rigor y una mente abierta, dispuesta a seguir la evidencia sin importar cuán extraña sea o a dónde nos lleve. Es una invitación, no solo a los científicos y a los gobiernos, sino a todos nosotros, a levantar la vista y preguntarnos, con renovada curiosidad, qué más hay por descubrir.

Autor

  • Antonio comenzó a investigar los fenómenos anómalos desde muy niño, especializándose en la investigación ufológica. Su perspectiva ha sido siempre crítica y racionalista, aunque no negacionista. Piensa que cada caso debe ser investigado hasta sus últimas consecuencias, pero que eso no puede conducir a inventar respuestas, ya sea en uno u otro sentido. Pronto se unió al Consejo de Investigadores Ufológicos Españoles, donde aprendió las técnicas de la investigación de campo de veteranos como Ramón Navia. Antonio Salinas desarrolló el Proyecto CATAGRA, una catalogación sistemática de los avistamientos OVNI ocurridos en la provincia de Granada. Participó en la fundación de la S.I.B., desarrollando estatutos y reglamentos y toda la documentación necesaria.

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