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Del Tabú a la Frontera Científica
Durante más de setenta años, la conversación sobre los «platillos volantes» fue relegada a los márgenes de la respetabilidad intelectual. Se convirtió en un tema de folclore moderno, de teorías conspirativas susurradas en la penumbra y de la ciencia ficción más imaginativa. La comunidad científica, en su mayor parte, guardó un silencio prudente o emitió un veredicto de desdén. Sin embargo, en los albores del siglo XXI, los cimientos de este viejo paradigma han comenzado a temblar. Un cambio sísmico, impulsado no por la especulación, sino por datos y testimonios de alta credibilidad, está forzando a la ciencia a mirar al cielo con nuevos ojos, despojados de prejuicios y armados con el rigor del método empírico. Estamos presenciando el nacimiento de una nueva disciplina científica dedicada a estudiar lo que ahora conocemos como Fenómenos Anómalos No Identificados (FANI), o UAP por sus siglas en inglés.
La importancia de este renacimiento científico queda plasmada en un trabajo monumental, un compendio que promete convertirse en una piedra angular para esta disciplina emergente. Nos referimos al artículo titulado «The New Science of Unidentified Aerospace-Undersea Phenomena (UAP)« («La Nueva Ciencia de los Fenómenos Aeroespaciales-Submarinos No Identificados»), publicado en junio de 2025 en el volumen 156 de la prestigiosa revista Progress in Aerospace Sciences.
No se puede subestimar la relevancia de la elección de esta revista. Progress in Aerospace Sciences, publicada por la editorial académica Elsevier, no es una publicación marginal. Se trata de una de las revistas más respetadas en su campo, dedicada a publicar artículos de revisión exhaustivos que definen el estado del arte en las ciencias aeroespaciales. Su factor de impacto —una métrica que mide la frecuencia con la que un artículo promedio de una revista es citado en otras publicaciones científicas— es extraordinariamente alto, situándola en el percentil más alto de su categoría. Que un manuscrito de esta naturaleza, con un tema tan históricamente controvertido, haya superado su riguroso proceso de revisión por pares y encontrado un hogar en sus páginas, es una declaración en sí misma. Es una señal inequívoca de que el estudio de los FANI ha cruzado el umbral hacia la legitimidad científica.


La autoría del artículo es tan impresionante como su contenido. Es un esfuerzo colaborativo de un consorcio internacional de científicos, ingenieros y expertos. El autor principal y de correspondencia es Kevin H. Knuth, del Departamento de Física de la Universidad de Albany (SUNY), un físico conocido por su trabajo en el procesamiento de señales y la teoría de la información, herramientas cruciales para el análisis de datos anómalos.

Entre los coautores encontramos a figuras legendarias como Jacques Vallée, el célebre informático y astrofísico cuya carrera ha abarcado desde el desarrollo de ARPANET (precursora de Internet) hasta décadas de investigación pionera y metódica sobre los FANI. También figuran científicos de primer nivel como Garry P. Nolan, del Departamento de Patología de la Universidad de Stanford, un inmunólogo de renombre mundial que ha aplicado sus avanzadas técnicas de análisis de materiales al estudio de supuestos fragmentos de FANI ; y Beatriz Villarroel, astrofísica del Instituto Nórdico de Física Teórica (Nordita) y del KTH Royal Institute of Technology en Suecia, líder del proyecto VASCO que busca transitorios astronómicos en placas fotográficas centenarias. La lista se completa con expertos como Philippe Ailleris, del Centro Nacional de Estudios Espaciales de Francia (CNES), y el expiloto de la Marina de los EE. UU. Ryan Graves, director ejecutivo de «Americans for Safe Aerospace» y testigo directo de los encuentros con FANI en 2014-2015. Esta amalgama de experiencia —desde la física teórica y la astrofísica hasta la ingeniería aeroespacial y el testimonio operativo directo— confiere al documento una autoridad sin precedentes.
Este artículo se propone desgranar las secciones introductorias de este trabajo seminal. Exploraremos la pregunta fundamental que intenta responder: ¿por qué ahora? ¿Qué ha cambiado para que la ciencia, después de casi un siglo de indiferencia, comience a tomarse en serio la existencia de fenómenos que parecen desafiar nuestra comprensión de la física y la tecnología? Y, de manera igualmente crucial, definiremos con precisión el objeto de estudio: ¿qué son exactamente los FANI según esta nueva ciencia emergente?
Una Cuestión de Ignorancia Autoimpuesta

El artículo comienza con una poderosa afirmación: la investigación de objetos y luces inusuales en el cielo no es nueva; de hecho, ha conducido a la comprensión científica de fenómenos como los parhelios, las nubes lenticulares, el fuego de San Telmo e incluso los «sprites» y «elfos», esas esquivas descargas eléctricas en la alta atmósfera. Varios de estos fenómenos, como los relámpagos globulares o las luces de terremoto, fueron considerados pseudocientíficos hasta hace relativamente poco, antes de ser aceptados como fenómenos reales dignos de estudio. La lección histórica es clara: la naturaleza todavía guarda sorpresas, y lo que hoy parece inexplicable puede ser la ciencia de mañana. Sin embargo, el estudio de los FANI se ha enfrentado a dos obstáculos colosales que han perpetuado un estado de ignorancia.
El primer obstáculo es de naturaleza práctica: los fenómenos no son repetibles ni controlables a voluntad. Un científico no puede ir a un laboratorio y «generar» un FANI para estudiarlo en condiciones controladas. Esto sitúa la investigación en un paradigma similar al de la sismología o la astronomía de supernovas: hay que instalar estaciones de observación y esperar pacientemente a que ocurra un evento. La recolección de datos es, por tanto, inherentemente difícil, oportunista y a menudo incompleta.
El segundo obstáculo, y quizás el más pernicioso, ha sido una presunción cultural y académica: la afirmación de que todos los informes de testigos pueden explicarse fácilmente como fenómenos naturales malinterpretados, identificaciones erróneas de objetos convencionales, exageraciones o simples engaños. Esta postura, promovida activamente por las autoridades y gran parte de la comunidad científica durante más de 70 años, creó un estigma tóxico que impidió la financiación, la investigación y, en última instancia, el descubrimiento. Como señala el paper, esta actitud nos ha dejado en «un estado de ignorancia bastante desconcertante».
El Punto de Inflexión: Diciembre de 2017

La situación, como argumenta el artículo, cambió drásticamente en diciembre de 2017. Una publicación en The New York Times reveló la existencia de un programa secreto del Pentágono llamado Programa de Identificación de Amenazas Aeroespaciales Avanzadas (AATIP). Este programa, que operó con un presupuesto de 22 millones de dólares asegurados por senadores influyentes, no era un simple ejercicio burocrático. Dirigido por el oficial de inteligencia militar Luis Elizondo, el AATIP y su programa paraguas más amplio, AAWSAP (Advanced Aerospace Weapon System Application Program), se centraron en encuentros militares con FANI.
El alcance del AAWSAP, gestionado por el analista de inteligencia James Lacatski, era asombroso. En su apogeo, empleó a 50 investigadores a tiempo completo y compiló la mayor base de datos de FANI del mundo, con más de 200,000 casos. Según el testimonio del periodista George Knapp ante el Congreso de EE. UU., el programa produjo más de 100 trabajos de investigación, algunos de más de 100 páginas, incluyendo un informe de 140 páginas sobre el famoso incidente del Nimitz de 2004. Es crucial destacar que, hasta la fecha, ninguno de estos documentos científicos ha sido hecho público o compartido con el Congreso.
La revelación del AATIP vino acompañada de la desclasificación oficial de tres videos infrarrojos grabados por pilotos de la Marina de los EE. UU.. Estos videos, conocidos como «FLIR1» (ahora llamado «TicTac»), «Gimbal» y «Go Fast», mostraban objetos que realizaban maniobras aparentemente imposibles para la tecnología conocida. Poco después, se supo que la Marina de EE. UU. había estado teniendo encuentros continuos, a veces diarios, con estos objetos en espacios aéreos restringidos, llegando a acosar a los pilotos durante ejercicios militares.
La reacción de las instituciones fue contundente. La Marina cambió sus procedimientos para reportar estos encuentros y solicitó la intervención del Congreso. El Pentágono liberó oficialmente los videos en 2020, confirmando su autenticidad. Este torrente de información oficial culminó en la creación de la Fuerza de Tarea de Fenómenos Aéreos No Identificados (UAPTF) en 2021. Su informe preliminar al Congreso fue un momento histórico: reafirmó que estos objetos no eran de origen estadounidense y que era improbable que pertenecieran a cualquier otra nación, dejando abierta la posibilidad de un origen «potencialmente no humano».
Este reconocimiento sin precedentes condujo a una acción legislativa bipartidista, que resultó en la creación de la Oficina de Resolución de Anomalías en Todos los Dominios (AARO). El mandato de AARO es claro y amplio: estandarizar la recolección de datos en todo el Departamento de Defensa y la comunidad de inteligencia, evaluar posibles vínculos con adversarios extranjeros, coordinar con otras agencias federales, consultar con aliados internacionales y, fundamentalmente, preparar informes clasificados y no clasificados para el Congreso.
El estigma, aunque no ha desaparecido, se ha resquebrajado. La ciencia, finalmente, tiene permiso para investigar. El paper aprovecha este nuevo clima para corregir una percepción errónea: la idea de que los científicos serios, y en particular los astrónomos, nunca se han interesado por el tema. Cita una encuesta de 1977 realizada por el astrofísico Peter Sturrock a miembros de la Sociedad Astronómica Americana. Los resultados fueron sorprendentes: un 53% de los encuestados consideraba que los FANI «ciertamente» o «probablemente» deberían ser estudiados. Aún más revelador, 62 astrónomos (un 5% de los encuestados) admitieron haber presenciado o registrado instrumentalmente algo que no pudieron explicar. La ciencia, al parecer, siempre ha estado interesada; simplemente carecía de la estructura y el apoyo institucional para actuar.
¿Qué Son los FANI? Definiendo lo Indefinible
Antes de poder estudiar un fenómeno, es imperativo definirlo. El segundo apartado del paper se dedica a esta tarea crucial, estableciendo una taxonomía operativa que trasciende la simple etiqueta de «objeto volador no identificado».
La Evolución de un Acrónimo
El propio término ha evolucionado para reflejar una comprensión más profunda del fenómeno. «UAP», que originalmente significaba «Fenómeno Aéreo No Identificado», fue redefinido por el Congreso de EE. UU. como
«Fenómeno Aeroespacial-Submarino No Identificado». Este cambio no es trivial; reconoce formalmente una de las características más desconcertantes reportadas: la capacidad de estos objetos para operar sin problemas tanto en la atmósfera como bajo el agua. Esta naturaleza transmedio es tan fundamental que la oficina del Pentágono encargada de su estudio fue bautizada como la Oficina de Resolución de Anomalías en Todos los Dominios (AARO). El término «anómalo» también ha ganado terreno, ya que abarca no solo objetos, sino también fenómenos (luces, efectos electromagnéticos) que desafían las explicaciones convencionales.
En esencia, un FANI es un objeto o fenómeno que, tras un análisis inicial, no puede ser reconocido como una aeronave humana, un animal volador o un fenómeno natural conocido. El objetivo no es quedarse en el «no identificado», sino recopilar suficientes datos para poder identificarlo. El verdadero interés científico reside en el pequeño residuo de casos que, incluso después de una investigación exhaustiva, permanecen inexplicados. Dependiendo de la calidad de los informes, este residuo puede oscilar entre un 4% y un 40% de los casos totales.
Más Allá de la Identificación: Los «Cinco Observables»
Para dar un marco más riguroso a este residuo, el programa AATIP del Pentágono definió un conjunto de características clave conocidas como «Los Cinco Observables». Estas no son especulaciones, sino patrones recurrentes extraídos de datos de sensores y testimonios de pilotos altamente cualificados. Son, en efecto, la definición operativa de la anomalía que la nueva ciencia de los FANI busca comprender.
- Sustentación Positiva sin Superficies de Vuelo: Los objetos demuestran la capacidad de permanecer estáticos o moverse en el aire sin medios visibles de sustentación, como alas, rotores o propulsores. Desafían la gravedad sin ninguna de las soluciones aerodinámicas que conocemos. Imaginen un avión de combate de 20 toneladas flotando silenciosamente en el aire como un colibrí, pero sin alas ni motores a reacción.
- Aceleración Súbita/Instantánea: Los FANI pueden acelerar y cambiar de dirección a velocidades que serían fatales para cualquier ocupante humano y que destrozarían la estructura de cualquier aeronave conocida. El paper cita datos que demuestran aceleraciones de «cientos a miles de veces g» (la fuerza de la gravedad terrestre). Para ponerlo en perspectiva, los pilotos de caza más entrenados pueden soportar unos 9 g durante breves segundos antes de perder el conocimiento. Estas aceleraciones son, literalmente, de otro orden de magnitud.
- Velocidad Hipersónica sin Firmas: Los objetos han sido rastreados a velocidades hipersónicas (más de cinco veces la velocidad del sonido) dentro de la atmósfera. Lo verdaderamente anómalo es que lo hacen sin las firmas físicas que inevitablemente acompañan a dichas velocidades: no producen estampidos sónicos, no generan el inmenso calor por fricción que crearía una bola de fuego visible, ni dejan estelas de vapor. Es como si se movieran a través de nuestro entorno sin interactuar con él de la manera que dictan las leyes de la aerodinámica.
- Viaje Transmedio: Como se mencionó anteriormente, los objetos demuestran la capacidad de moverse sin esfuerzo entre diferentes medios, como el aire y el agua. Han sido observados entrando y saliendo del océano sin una desaceleración significativa, sin generar grandes salpicaduras y, aparentemente, manteniendo sus extraordinarias capacidades de rendimiento bajo el agua. Nuestra tecnología más avanzada no puede ni empezar a replicar esta hazaña.
- Baja Observabilidad o Encubrimiento: Los FANI a menudo exhiben capacidades de sigilo avanzadas, siendo visibles para un tipo de sensor (por ejemplo, el ojo humano o una cámara infrarroja) pero invisibles para otro (como el radar), o viceversa. A veces, pueden aparecer y desaparecer de la vista y de los sensores de forma instantánea.
A estos cinco, el artículo añade un sexto observable, más inquietante y a menudo asociado con encuentros cercanos:
- Efectos Biológicos en Humanos y Animales: Testigos de encuentros cercanos han reportado una variedad de efectos fisiológicos, que van desde quemaduras similares a las de radiación hasta efectos neurológicos y desorientación. Es conveniente revisar en este punto los artículos que preparamos en esta web sobre el informe de la Fundación uNHIdden sobre agresiones de UAP/OVNIs a testigos.
Es crucial recordar, como subraya el paper, que la gran mayoría de los avistamientos tienen explicaciones prosaicas. La lista incluye aeronaves (aviones, drones, satélites como la Estación Espacial Internacional), fauna (pájaros, insectos), fenómenos atmosféricos (nubes lenticulares, espejismos como la Fata Morgana) y cuerpos celestes (Venus, meteoros). La nueva ciencia de los FANI no niega estas explicaciones; de hecho, su primer paso es descartarlas rigurosamente. Si quieres aprender más sobre esto, recuerda que en la web de la SIB jay una serie de artículos sobre identificación de fenómenos naturales o artificiales de origen humano.
Su verdadero foco es el residuo, aquellos casos respaldados por datos duros que demuestran rendimientos que desafían nuestra ingeniería actual y, potencialmente, nuestra comprensión de la física. Casos que, como señala el artículo, involucran velocidades de hasta Mach 40-60, aceleraciones de miles de g y emisiones de potencia lumínica que a veces superan los 100 megavatios. Estos no son meros «puntos de luz en el cielo»; son eventos físicos medibles que exigen una explicación científica.
El Comienzo de una Larga Búsqueda
Hemos llegado a un punto de inflexión en la historia de la ciencia. La confluencia de testimonios militares irrefutables, datos de sensores desclasificados y una nueva voluntad política ha abierto la puerta a una investigación seria y sistemática de los Fenómenos Anómalos No Identificados. El paper «La Nueva Ciencia de los Fenómenos Aeroespaciales-Submarinos No Identificados» no es solo un artículo; es un manifiesto para una nueva generación de científicos dispuestos a explorar una de las fronteras más desafiantes y profundas del conocimiento humano.
En esta primera entrega, hemos sentado las bases: hemos entendido el contexto histórico que ha llevado a este cambio de paradigma y hemos definido rigurosamente el objeto de nuestro estudio a través de los «Cinco Observables». Pero esto es solo el comienzo del viaje. Este monumental trabajo abarca casi un siglo de historia, datos y análisis que merecen ser explorados con el mismo rigor.
En los próximos artículos de esta serie, continuaremos desgranando este documento. Nos sumergiremos en la fascinante y a menudo frustrante historia de los esfuerzos gubernamentales por estudiar el fenómeno, desde el Proyecto SIGN y el controvertido Proyecto Blue Book en Estados Unidos hasta las iniciativas pioneras en Francia. Analizaremos los casos más convincentes de evidencia física, desde restos de supuestos accidentes hasta depósitos de materiales extraños y los enigmáticos «cabellos de ángel». Y finalmente, exploraremos los estudios de campo científicos, tanto históricos como actuales, que están sentando las bases metodológicas para esta nueva y apasionante disciplina.
La ciencia no teme a la oscuridad; enciende una vela. Y en el vasto teatro cósmico, una nueva luz, tenue pero persistente, ha comenzado a brillar sobre uno de los misterios más profundos de nuestra existencia. La pregunta ya no es si debemos mirar, sino cómo debemos hacerlo. Y este trabajo nos ofrece el mapa para empezar.