Tabla de Contenidos
Un Siglo de Secretos
En la primera parte de nuestro análisis, nos sumergimos en la definición de un Fenómeno Anómalo No Identificado (UAP) y exploramos por qué este campo ha permanecido en las sombras de la ciencia convencional durante casi un siglo. Establecimos que un UAP no es simplemente una luz extraña en el cielo, sino un fenómeno que, en sus manifestaciones más desconcertantes, exhibe lo que los investigadores del Pentágono han denominado «Las Cinco Observables»: sustentación positiva sin superficies de vuelo, aceleración súbita o instantánea, velocidades hipersónicas sin firmas térmicas o sónicas, capacidad de viaje transmedio (aire-agua-espacio) y baja observabilidad o camuflaje. Estas características, documentadas por personal militar y civil altamente cualificado, desafían nuestra comprensión actual de la física y la ingeniería. Concluimos que la dificultad para estudiar estos fenómenos —su naturaleza efímera e incontrolable—, sumada a más de 70 años de estigma y ridiculización oficial, ha creado un estado de ignorancia científica profundamente preocupante.
Ahora, en esta segunda entrega, abrimos los archivos clasificados de la historia. Guiados por la monumental revisión «The New Science of Unidentified Aerospace-Undersea Phenomena (UAP)», un compendio elaborado por un consorcio internacional de científicos encabezado por el Dr. Kevin H. Knuth, nos adentraremos en el laberinto de los esfuerzos gubernamentales para estudiar los UAP. Este artículo ha sido publicado en la revista de revisión por pares Progress in Aerospace Sciencies, en su número de Junio de 2025. Dejaremos de lado los testimonios individuales para centrarnos en la respuesta institucional. ¿Qué hicieron realmente los gobiernos del mundo cuando se enfrentaron a informes creíbles sobre naves que superaban su tecnología más avanzada?
Este viaje nos llevará desde los cielos de Escandinavia en los años 30, mucho antes de que el término «platillo volante» se hiciera popular, hasta los pasillos del Pentágono y los centros de investigación espacial de Francia. Descubriremos proyectos secretos, paneles de científicos escépticos, conclusiones sorprendentes que fueron enterradas y un patrón innegable: a pesar de la negación pública, el fenómeno UAP ha sido tomado con la máxima seriedad al más alto nivel de poder durante décadas. La pregunta que nos guiará no es si los gobiernos han estudiado los UAP, sino ¿qué revelan casi cien años de investigación oficial sobre la verdadera naturaleza de este enigma persistente?
Esfuerzos Gubernamentales para Estudiar los UAP
Contrariamente a la creencia popular de que el fenómeno OVNI comenzó en 1947 en Estados Unidos, la investigación histórica revela un interés gubernamental mucho más antiguo y global. El informe de Knuth et al. nos lleva en un recorrido cronológico que demuestra que las incursiones de objetos anómalos en el espacio aéreo soberano han sido una preocupación constante para las potencias mundiales.
Mucho antes de Roswell, los cielos del norte de Europa ya estaban siendo vigilados. A finales de 1933, Suecia, Noruega y Finlandia se vieron inundadas por informes de aeronaves desconocidas, apodadas «Ghost Flyers» o «Máquinas Fantasma». Considerados inicialmente como aviones de contrabando, pronto atrajeron la atención de las Fuerzas Aéreas. La escala de los avistamientos fue tal que para marzo de 1934, se habían presentado 96 informes al ejército sueco, 157 al finlandés y 234 al noruego, sumando un total de 487 informes militares oficiales. La conclusión oficial fue desconcertante y contradictoria: «Nunca han existido los Aviadores Fantasma». Sin embargo, esta negación rotunda no fue unánime. El general sueco Pontus Reuterswärd desafió la línea oficial declarando públicamente: «No se puede negar que se ha estado produciendo una violación del espacio aéreo de nuestra nación», una afirmación por la que fue duramente criticado. El informe final del ejército sueco en 1935 admitió que 42 de los 487 informes eran de aeronaves reales violando las fronteras. Este primer episodio establece un patrón que se repetirá durante décadas: la tensión entre la evidencia documentada por personal militar y la negación oficial por parte de las altas esferas.
La actividad no cesó. En el invierno de 1936-1937, los informes resurgieron, provocando un debate político. El diputado socialdemócrata Elof Lindberg exigió una comisión de expertos civiles, sospechando que los militares podrían estar exagerando los informes para obtener más recursos. Su petición fue rechazada. A finales de la década de 1940, el fenómeno regresó en forma de «cohetes fantasma», que tendrían un impacto directo en las investigaciones que estaban a punto de comenzar al otro lado del Atlántico.
Segunda Guerra Mundial: Los «Foo Fighters»

Con el mundo en llamas, los cielos se convirtieron en un teatro de operaciones donde cualquier objeto no identificado era una amenaza potencial. A partir de 1940, los pilotos aliados, incluyendo la Royal Air Force (RAF) británica, la Royal Australian Air Force (RAAF), la South African Air Force (SAAF) y la United States Army Air Force (USAAF), comenzaron a informar sobre extraños fenómenos tanto en el frente europeo como en el Pacífico. De día, eran descritos como pequeñas esferas metálicas o translúcidas. De noche, aparecían como luces esféricas, de color rojo a amarillo, que seguían a los bombarderos, a veces volando pegadas a sus alas, sin mostrar intenciones hostiles.
Estos objetos, apodados «Foo Fighters», fueron tomados muy en serio, asumiendo que podrían ser nuevas armas secretas del Eje. La investigación fue encargada a tres científicos de primer nivel: H.P. Robertson (Caltech), Luis Alvarez (UC Berkeley, futuro Premio Nobel) y David Griggs (UCLA). Al final de la guerra, su conclusión fue clara: el fenómeno era real, no estaba relacionado con la tecnología japonesa o alemana y, en algunos casos, se asociaba con interferencias en los sistemas eléctricos y de motor de los aviones. Una vez más, una investigación oficial, llevada a cabo por algunas de las mentes científicas más brillantes de la época, confirmaba la existencia de un fenómeno anómalo, tecnológicamente avanzado y de origen desconocido.
Estados Unidos: La Era de los Proyectos Secretos
La historia de la investigación UAP en Estados Unidos es un complejo drama de descubrimiento, negación, secretismo y, ocasionalmente, ciencia genuina.
- OVNIs y la Estación del Servicio Meteorológico de EE.UU.: Incluso antes de la famosa oleada de 1947, ya existían informes de alta calidad que preocupaban a la inteligencia. A principios de 1947, observadores de la estación del Servicio Meteorológico de EE.UU. en Richmond, Virginia —considerados los mejores expertos en distinguir objetos en el cielo— presenciaron en tres ocasiones cómo discos metálicos se acercaban a sus globos meteorológicos mientras realizaban observaciones con teodolitos. En un caso, un disco de forma elíptica, con fondo plano y cúpula superior, siguió a un globo a 15,000 pies de altitud. En otro, un evento similar ocurrió a 27,000 pies. Para los oficiales de la Fuerza Aérea, estos informes eran alarmantes, ya que provenían de los observadores mejor entrenados, utilizando equipo de alta calidad en condiciones ideales.


- La Oleada de 1947 y la Respuesta Oficial: El verano de 1947 marcó un punto de inflexión. El avistamiento del piloto Kenneth Arnold de nueve objetos «de tipo circular» cerca del Monte Rainier el 24 de junio no solo acuñó el término «platillo volante», sino que desató una oleada masiva de informes en todo el país. Arnold estimó su velocidad en unas 1,760 millas por hora, casi tres veces el récord mundial de velocidad aérea de la época. Los datos recopilados por el investigador Ted Bloecher muestran un pico estadísticamente anómalo, pasando de un promedio de 7 avistamientos diarios a más de 160 el 6 de julio. Lejos de ser meras confusiones, muchos informes procedían de pilotos, militares y policías. Múltiples avistamientos corroboraron la naturaleza del fenómeno:
- 4 de julio, Idaho: El capitán Emil J. Smith y el primer oficial Ralph Stevens, del vuelo 105 de United Airlines, observaron una formación de nueve discos voladores.7 de julio, Phoenix, Arizona: William Albert Rhodes fotografió un objeto elíptico sorprendentemente similar al que Arnold había descrito.8 de julio, Muroc Air Base (hoy Edwards AFB): El piloto de pruebas, Mayor J. C. Wise, fue uno de los testigos de un objeto esférico que volaba contra el viento.8 de julio, Isla Catalina, California: Cientos de testigos, entre ellos tres veteranos del Cuerpo Aéreo del Ejército, observaron seis discos en formación. Uno de ellos, un fotógrafo aéreo, logró tomar una foto.
- 30 de julio de 1947: «Esta situación de los ‘platillos volantes’ no es del todo imaginaria… Algo real está volando por ahí«.23 de septiembre de 1947: «El fenómeno reportado es algo real y no visionario o ficticio».28 de octubre de 1947: «La opinión considerada de algunos elementos es que los objetos pueden, de hecho, representar una nave interplanetaria de algún tipo».

- Proyecto SIGN y la Hipótesis Extraterrestre Enterrada: El Proyecto SIGN se encontró con casos que desafiaban toda explicación convencional. Uno de los más famosos fue el del vuelo 576 de Eastern Airlines sobre Montgomery, Alabama, donde los pilotos observaron un objeto sin alas ni cola, con forma de fuselaje, de unos 30 metros de largo, que pasó rozando su avión. La investigación se vio profundamente influenciada por una comunicación de la inteligencia aérea sueca, que, refiriéndose a sus propios avistamientos de «cohetes fantasma», afirmaba que «estos fenómenos son obviamente el resultado de una alta habilidad técnica que no puede atribuirse a ninguna cultura actualmente conocida en la Tierra«.Esto llevó al personal de SIGN a redactar un «Análisis de la Situación» que concluía que la hipótesis extraterrestre era la explicación más probable. La respuesta del Pentágono fue fulminante: el informe fue desclasificado, ordenaron su destrucción y los principales contribuidores del proyecto fueron reasignados. El proyecto fue rebautizado como Proyecto Grudge, con un nuevo mandato implícito: desacreditar.
- Las Bolas de Fuego Verdes y el Proyecto Twinkle: A finales de 1948, una nueva oleada de fenómenos se concentró sobre las instalaciones nucleares más sensibles de Estados Unidos en Nuevo México. Eran bolas de fuego de un verde intenso, observadas por científicos de Los Álamos, pilotos militares y astrónomos de renombre como Lincoln La Paz y Clyde Tombaugh (el descubridor de Plutón). La Paz, un experto en meteoritos, insistió en que no lo eran: sus trayectorias eran demasiado planas, su color demasiado verde, no producían sonido y, a pesar de buscar en los lugares de impacto calculados, nunca se encontró material alguno. Una conferencia de alto nivel en febrero de 1949, con científicos como Edward Teller, concluyó que eran un fenómeno natural no meteorítico, pero su concentración sobre bases nucleares era ominosa.Esto llevó a la creación del Proyecto Twinkle. Sin embargo, el proyecto fue deliberadamente infrafinanciado, se le asignó una sola cámara que se movía constantemente, «perdiendo» siempre el fenómeno. El informe final afirmó no haber aprendido nada, omitiendo convenientemente un informe interno del 27 de abril de 1950 que describía cuatro objetos de unos 10 metros de diámetro fotografiados a una altitud de 45 km sobre el campo de misiles de Holloman. Mientras tanto, grupos informales de físicos en Los Álamos y White Sands intentaban estudiar los fenómenos con su propio equipo, incluyendo espectrómetros improvisados.
- Proyecto Grudge: Este proyecto continuó la labor de SIGN, pero con una clara hostilidad hacia los casos inexplicables. Un ejemplo notorio fue el avistamiento del río Rogue en Oregón en mayo de 1949. Seis testigos, incluyendo dos investigadores de la NACA (precursora de la NASA) familiarizados con diseños aerodinámicos, observaron un disco metálico de unos 8-9 metros que aceleraba a velocidades de jet sin sonido ni estela, y realizaba giros sin inclinarse. La conclusión oficial de Grudge, en una sola palabra: «AERONAVE».

- Proyecto Blue Book y el Panel Robertson: En 1952, el proyecto se convirtió en el Proyecto Blue Book. Tras una oleada masiva de avistamientos sobre Washington D.C. que causó pánico y llegó a las portadas de todo el mundo, la CIA intervino. Crearon un panel de científicos de élite, conocido como el Panel Robertson. Aunque en un principio el objetivo parecía ser un estudio científico, la influencia de la Fuerza Aérea transformó su misión en una de seguridad nacional y control de la percepción pública. El astrónomo J. Allen Hynek, consultor de la Fuerza Aérea, relató que el panel «deliberadamente eligió a hombres del alto establishment científico… que no tenían intención de hacer sus deberes, sino simplemente de emitir un juicio».La recomendación final del panel fue desacreditar el fenómeno para evitar el pánico masivo y la posible explotación por parte de adversarios. Esto condujo a la Regulación AFR 200-2, que ordenaba que solo los casos resueltos se hicieran públicos, mientras que los inexplicables debían ser clasificados. La política oficial de secretismo y ridiculización había nacido.

- El Informe Condon y el Fin de la Era Pública: En 1966, tras un polémico avistamiento en Michigan que el Dr. Hynek, presionado, atribuyó al «gas de los pantanos», el futuro presidente Gerald Ford, entonces líder de la minoría en la Cámara de Representantes, exigió una investigación real. Esto forzó a la Fuerza Aérea a financiar un estudio independiente en la Universidad de Colorado, dirigido por el físico Edward Condon. El proyecto fue un desastre desde el principio. Condon era abiertamente escéptico y, según personal interno, el ambiente era de «egotismo académico». A pesar de que el informe final, publicado en 1969, contenía un 30% de casos clasificados como «no identificados», la conclusión personal de Condon fue que el estudio de los OVNIs no tenía valor científico. La Fuerza Aérea utilizó esta conclusión como la excusa perfecta para cerrar el Proyecto Blue Book, poniendo fin a la era de investigación pública en Estados Unidos durante casi 50 años.
- Simposio de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS): El mismo año que se cerró Blue Book, en un acto de desafío intelectual, científicos de la talla de Carl Sagan y Thornton Page organizaron un simposio sobre OVNIs en la reunión anual de la AAAS. El evento pretendía demostrar cómo aplicar la metodología científica a una controversia contemporánea. Fue aquí donde el físico atmosférico James McDonald presentó su influyente ponencia «La ciencia en falta», criticando duramente a sus colegas por ignorar un problema de extraordinaria importancia científica.
- La Reunión de Pocantico: Casi tres décadas después, en 1997, el filántropo Laurance Rockefeller financió un taller científico único en Pocantico, Nueva York, dirigido por el astrofísico de Stanford Peter Sturrock. La estructura fue innovadora: un panel de nueve científicos imparciales escuchó durante varios días las presentaciones de los mejores investigadores de UAP del mundo. Tras un comienzo tenso, el diálogo prevaleció. Las conclusiones del panel fueron un soplo de aire fresco: reconocieron que el problema era complejo, que el estudio de casos con evidencia física podría aportar nuevos conocimientos, que era deseable el apoyo institucional para la investigación y que el modelo francés de GEIPAN era un ejemplo a seguir. También llamaron la atención de la comunidad médica sobre los posibles riesgos para la salud de los testigos.

- AATIP: El Regreso Secreto: El silencio se rompió en diciembre de 2017, cuando el New York Times reveló la existencia de un programa secreto del Pentágono de 22 millones de dólares: el Programa Avanzado de Identificación de Amenazas Aeroespaciales (AATIP). Dirigido por el oficial de inteligencia Luis Elizondo, el programa investigó encuentros militares con UAP, culminando en la publicación de tres famosos vídeos de la Marina (FLIR1 «Tic-Tac», Gimbal y Go Fast) que mostraban objetos realizando maniobras imposibles. El programa confirmó que los encuentros eran frecuentes y que los objetos exhibían «capacidades de próxima generación». La era de la negación había terminado, dando paso a una nueva era de transparencia reacia.
La Arquitectura de la Negación
El viaje a través de las siete décadas de la historia oficial de Estados Unidos con los UAP revela una verdad ineludible y profundamente cínica. Lejos de ser un tema ignorado por falta de evidencia, el fenómeno fue objeto de un intenso escrutinio al más alto nivel desde el principio. Lo que emerge no es la historia de una ciencia perpleja, sino la crónica de una política deliberada de ocultación. El patrón es inconfundible: mientras la cara pública del gobierno ofrecía negaciones y explicaciones condescendientes para evitar el pánico y mantener el control, sus agencias de inteligencia y defensa trataban el fenómeno como una cuestión real, tecnológicamente superior y de máxima importancia para la seguridad nacional.
La historia nos ha mostrado cómo la curiosidad inicial del Proyecto SIGN, al atreverse a susurrar la hipótesis extraterrestre, fue ahogada en su cuna, sus conclusiones enterradas y su personal reasignado. Hemos visto cómo las mentes científicas más brillantes de la nación, desde astrónomos hasta físicos nucleares, observaron fenómenos en los cielos de Nuevo México que no podían explicar, solo para que sus preocupaciones fueran sofocadas por proyectos infrafinanciados como Twinkle. Y, de manera crucial, hemos sido testigos de la creación de una política oficial de ridiculización tras el Panel Robertson, una directiva que utilizó el estigma como arma para silenciar a testigos creíbles y disuadir la investigación científica durante generaciones.
No fue una política de ignorancia, sino una arquitectura de la negación, consolidada por el uso de un informe científicamente cuestionable como el de Condon para cerrar la puerta a toda investigación pública. Sin embargo, la verdad, como la energía, no se destruye, solo se transforma. La revelación del programa AATIP en el siglo XXI no es el comienzo de la historia, sino la fractura inevitable en un dique de secretismo que ya no podía contener la presión de la evidencia acumulada y el testimonio de una nueva generación de militares que no estaban dispuestos a guardar silencio.
Esta crónica no resuelve el misterio último de qué son los UAP, pero sí resuelve el enigma de la respuesta gubernamental norteamericana. No fue una respuesta de desinterés, sino una de gestión calculada de una verdad considerada demasiado disruptiva. La «Nueva Ciencia de los UAP» no surge de la nada; se levanta sobre las ruinas de casi un siglo de estudio oculto. En la siguiente entrada examinaremos como otras potencias del mundo han manejado este secreto.