Ascenso y Caída de los Extraterrestres

La ufología en tránsito: de los marcianos a la hipótesis psicosociológica1

Parte I

Introducción

Según las encuestas de opinión realizadas en las últimas décadas tanto en España como en otros países occidentales, aproximadamente la mitad de los ciudadanos cree que los ovnis son reales, lo cual significa, para ellos, que son naves tripuladas por seres de otros planetas. Hasta tal punto la creencia en los ovnis se ha imbricado con el concepto de vida extraterrestre que ante cualquier intento de explicación convencional del fenómeno ovni siempre habrá quien alegue: “¿pero no va a haber entre la infinidad de planetas del universo alguno habitado por seres inteligentes?”. Esta asociación ovnis-extraterrestres y la idea de que la Tierra está siendo explorada por una civilización exterior es, sin embargo, relativamente reciente.

Cuando surgió el fenómeno periodístico de los “platillos volantes” en Estados Unidos, en el verano de 1947, las primeras explicaciones que se manejaron tenían que ver con la situación de guerra fría que se vivía entre norteamericanos y soviéticos, y, por tanto, se supuso que aquellos extraños discos voladores eran armas secretas de una de las dos grandes potencias. Pero en 1950 el panorama cambió, y entre los aficionados acabó triunfando la hipótesis del “origen interplanetario”. Aquel mito naciente sobre visitantes del cosmos evolucionaría al mismo paso que la cultura y la ciencia contemporáneas, de manera que las teorías de vanguardia pasaron del origen marciano, en los años cincuenta, a una hipótesis extraterrestre (HET) más general durante los sesenta, y de ahí a la hipótesis psicosociológica (HPS) y a una visión escéptica del tema a partir de los años setenta.

Este artículo está dedicado a estudiar la evolución de las representaciones mentales que se han construido sobre los ovnis, tanto por parte de los proponentes del misterio, los ufólogos, como de la opinión pública. De esta forma, me gustaría dejar claro que fueron los estudiosos del tema y los periodistas quienes elaboraron los significados de los platillos volantes que hoy nos resultan tan familiares, y que lo hicieron de acuerdo con el “espíritu de los tiempos” y con la cultura popular, más que basándose en pruebas científicas y objetivas. Sus tesis, amplificadas y diseminadas por los medios de comunicación, y contando con la cobertura mundial que habían alcanzado las grandes agencias de noticias, moldearon la opinión pública a favor de la creencia en visitantes del cosmos.

Resulta paradójico que algunos de aquellos investigadores que lucharon por imponer la creencia en los extraterrestres hayan sido con posterioridad los encargados de desmitificar el fenómeno, explicándolo desde el punto de vista psicológico, de los fenómenos naturales o de la sociología, y poniendo en evidencia al fenómeno ovni como uno de los mitos de nuestra época tecnológica. Vamos a ver esas fases de construcción y deconstrucción del mito a través del trabajo de los especialistas sobre la opinión pública.

Las primeras hipótesis: entre las armas secretas y los marcianos

Cuando se empezó a hablar en Estados Unidos de flying saucers (platillos voladores) en junio de 1947, la primera sospecha que acudió a la mente de los periodistas fue la de un arma secreta norteamericana o soviética. No olvidemos que todo esto sucedía en los inicios de la guerra fría, en pleno desarrollo de las bombas nucleares y de un avance espectacular de la aeronáutica, y entre rumores sobre armas secretas.

Las encuestas Gallup

George Gallup

La primera encuesta de opinión sobre los “platillos volantes” (como se los llamó en España), publicada por George Gallup el 14 de agosto de 1947 -sólo 50 días después del caso Arnold, que inauguró el fenómeno, y recién pasada la psicosis de platillos que recorrió Estados Unidos a primeros de julio-, indicó que, aunque nueve de cada diez norteamericanos habían oído hablar ya del término flying saucers, la mayoría de la gente no sabía lo que eran. Sólo un 29% de los consultados se definían en su opinión por “ilusiones ópticas o producto de la imaginación”, seguido de un 15% por las “armas secretas”, mientras que un 10% creía que los testimonios eran simples fraudes. A pesar de que algunas mentes calenturientas habían elucubrado en la prensa con visitantes de otros mundos (ya el 8 de julio el director de la revista San Diego había propuesto que los platillos eran naves interplanetarias procedentes de Marte), esta idea no se contemplaba siquiera en la encuesta Gallup.

Las primeras publicaciones de impacto en revistas

Kenneth Arnold, mostrando el objeto que avistó

La importancia de algunos periodistas en la difusión de la información sobre el fenómeno y en la creación de un estado de opinión es innegable. En este sentido, el editor de revistas de ciencia ficción Raymond Palmer tuvo un lugar puntero. En marzo de 1948, en su recién creada revista Fate, especializada en lo oculto, publicó una crónica de Kenneth Arnold sobre el caso del que éste fue protagonista el 24 de junio de 1947, y por primera vez se expresaba en una revista la hipótesis de que fueran visitantes del espacio exterior. Con ello, Arnold demostraba ser, además del primer testigo del fenómeno y uno de sus investigadores avanzados, también uno de los primeros promotores de la hipótesis extraterrestre.

No fueron sólo los periodistas y los medios de comunicación los que fantasearon con los habitantes de otros planetas. También los militares norteamericanos que participaron en el Proyecto Sign de las Fuerzas Aéreas norteamericanas, dedicado a investigar en los primeros momentos el misterio de los platillos volantes, se plantearon muy seriamente la posibilidad de que procedieran del espacio exterior. Naturalmente, esta aventurada hipótesis fue rechazada por la superioridad y nunca se volvió a especular en ese sentido en el seno de las fuerzas armadas.

Llegan los extraterrestres

Desde 1947 a 1949 las opiniones sobre los platillos volantes habían quedado reservadas a breves artículos de prensa, a revistas especializadas o a los archivos secretos militares, hasta que la popular revista True encargó a Donald Keyhoe, un mayor retirado de las Fuerzas Aéreas que hacía trabajos periodísticos, que escribiera sobre los platillos volantes. Cuando el artículo The Flying Saucers Are Real se publicó en la Navidad de 1949, sus efectos sobrepasaron las fronteras de Estados Unidos. Allí se exponía la teoría de que los platillos volantes eran astronaves tripuladas procedentes de Marte y que aquella
vieja civilización nos visitaba desde hacía siglos con ánimo de explorar la Tierra. Keyhoe no había forzado mucho su imaginación, porque Marte había sido el centro de la doctrina de la “pluralidad de los mundos habitados” en el siglo XIX2 y, desde el supuesto descubrimiento de los “canales” de Marte por Schiaparelli, el planeta rojo se había convertido en un mito de los entusiastas de la ciencia ficción y de los soñadores de la exploración del espacio. Baste recordar el impacto que produjo en 1938 la representación radiofónica de La guerra de los mundos por Orson Welles, que quedó convertida en una leyenda de los medios de comunicación por haber causado el pánico en Nueva York, al creer los oyentes que la Tierra estaba siendo realmente invadida por los marcianos.

Estos precedentes fueron la base del éxito inmediato que tuvo la hipótesis de Keyhoe. Aquel artículo de True, ampliado, se convirtió en el primer libro dedicado a los platillos volantes3 , con el cual Keyhoe se hizo una celebridad.

A él se sumó el militar y científico Robert McLaughlin al publicar en febrero de 1950, también en la revista True, el relato de su observación de un objeto que surcó el cielo a una extraordinaria velocidad, y que él pudo seguir por medio de un teodolito. Lo más sensacional de su reportaje, y lo que lo convirtió
en noticia de portada en medio mundo, fue la conclusión de McLaughlin de que aquel objeto debía ser una nave tripulada por seres de una inteligencia superior procedentes de Marte. Y en el mismo mes de febrero se extendió el rumor de que un gran vehículo se había estrellado en Nuevo México y 15 “exploradores del espacio” habían sido capturados.

La conspiración del silencio y los buscadores de secretos

Behind the Flying Sources, de Frank Scully

Aquella historia serviría de argumento para el segundo libro dedicado a los discos voladores: Behind the Flying Saucers 4 . Su autor, Frank Scully, introdujo así una forma de pensamiento conspirativo y secretista que haría furor en la ufología posterior 5 . La influencia de este autor ha sido reconocida con el homenaje de poner su apellido a un personaje de la serie de televisión Expediente X. Aquel año 1950 vio, además de la publicación de los primeros artículos y libros en los que se defendía abiertamente la tesis de la exploración marciana, la primera oleada de visiones de platillos volantes a escala global. Desde Argentina hasta la India, pasando por todos los países de Europa, conocieron una pasión popular por los platillos volantes, que se veían en los cielos casi de una manera simultánea, entre marzo y mayo. Coincidía este fenómeno además con el momento de máxima aproximación de Marte a la Tierra, lo que se llama una oposición, que para algunos hacía creíble que una supuesta civilización marciana hubiera lanzado sus naves desde allí para la exploración de nuestro mundo.

Sin embargo, la hipótesis de un “origen interplanetario”, como se decía en los medios, no parece que estuviera tan consolidada en la opinión pública como los artículos sensacionalistas de la prensa apuntaban, ya que en la segunda encuesta sociológica llevada a cabo por Gallup, publicada en mayo de 1950 -por tanto después de la invasión de platillos de aquella primavera prodigiosa-, entre las diferentes respuestas a elegir la idea de los visitantes de Marte se encontraba sólo incluida en el apartado “cometas, estrellas fugaces, algo de otro planeta”, que fue preferido por un raquítico 5% de los encuestados. El mayor porcentaje fue el de los que no se definían por ninguna respuesta, mientras que un 23%
pensaba que los platillos volantes eran experimentos de nuevas armas. El 16% optó por las ilusiones o el fraude, y un 6% por alguna clase de avión nuevo.

Sin embargo, la presencia de los platillos volantes en los cielos y en los medios convenció a unos pocos inquietos por los misterios del espacio para comenzar a recopilar recortes de prensa y elaborar las primeras teorías y publicaciones. Aquellos pioneros fueron, además de Keyhoe, Gimmy Guieu, Michel Carrouges, Harold Wilkins, Gerald Heard, Morris Jessup y otros.

En España, los primeros estudiosos de este tema, Eduardo Buelta, Manuel Pedrajo, Oscar Rey Brea y Màrius Lleget, coincidieron punto por punto en la hipótesis marciana, y algunos de ellos defendieron, al mismo tiempo que unos pocos especialistas de otros países, que las apariciones de los platillos volantes se producían en conjunción con el “ciclo bienal” de las oposiciones de Marte. Al lado de esta aparente conexión marciana, el fenómeno pareció presentar además la evidencia de un comportamiento dirigido inteligentemente.

Primeros análisis

El investigador Aimé Michel 6 dio a conocer que había encontrado un patrón de distribución geográfica de los avistamientos de discos voladores durante la oleada francesa de 1954. Situando las observaciones de cada día sobre el mapa de Francia, Michel halló varias alineaciones de tres, cuatro y hasta cinco casos, líneas que denominó ortotenias. Este hallazgo parecía refrendar la teoría de que seres inteligentes de otro planeta estaban efectuando vuelos de reconocimiento sobre la Tierra.

Sobre estas bases se fundó la teoría de la procedencia interplanetaria de los platillos volantes, que parecía venir apoyada además por un número creciente de observaciones y una progresiva complejidad y acercamiento del fenómeno. De las observaciones lejanas en los cielos se pasó a informes sobre aterrizaje de naves, de las que a veces descendían unos tripulantes que podían llegar a dejar huellas visibles de su presencia. Esto hacía cada vez más plausible la suposición de que nuestros visitantes exploraban nuestro planeta y tomaban muestras del terreno.

Los nuevos dioses

Para dar carta de naturaleza mitológica al nuevo fenómeno hacía falta buscarle precedentes históricos. Algunos habían sospechado que seres superiores nos visitaban desde tiempos remotos y habían dejado testimonio de su presencia en los textos sagrados – como la Biblia- y huella de su tecnología en los grandes monumentos de la antigüedad. De esta manera, la repentina aparición del fenómeno en 1947 podía interpretarse como el “retorno de los dioses”, que habían decidido volver ante la alarma por la utilización en la Tierra de la bomba atómica. Éste fue el eje de las creencias de aquellos que, inspirados por doctrinas ocultistas como la teosofía, proyectaron sobre los visitantes del cosmos sus esperanzas mesiánicas de salvación. A aquellos pioneros del contacto extraterrestre se les llamó en inglés contactees: Georges Adamski, George van Tassel, Howard Menger, etc.

En España tuvimos en 1955 nuestro caso de contacto espacial cuando la prensa publicó que un enfermero llamado Alberto San Martín había recibido una piedra grabada de manos de un ser de otro mundo en plena Ciudad Universitaria de Madrid. Y muy poco después conocimos el misticismo contactista con Fernando Sesma, creador del Club de Amigos de los Visitantes del Espacio, que dio inicio en el Café Lyon de Madrid a una saga de contactos muy original que culminaría con el célebre caso UMMO 7 .

La perspectiva astronautica

Antonio Ribera


Los años cincuenta habían sido la década de Marte, hasta el punto de que no sólo los fanáticos de los platillos volantes, sino incluso los astrónomos, aceptaban la posibilidad de que sobre aquel planeta se hubiera podido levantar una civilización. A pesar de que, desde hacía muchos años, los astrónomos sabían que los supuestos canales de Marte descubiertos por Schiaparelli no eran más que irregularidades geológicas o cambios de coloración de la superficie provocados por tormentas de arena, se desconocía casi todo de la superficie del planeta rojo, lo que dejaba campo libre a la especulación. En los años sesenta, sin embargo, las fantasías sobre Marte se vinieron abajo cuando las sondas espaciales Mariner fotografiaron una superficie desértica y helada. El desarrollo de la astronáutica y el sueño de la exploración espacial llevarían entonces las hipótesis sobre el origen de los platillos volantes a fronteras cada vez más lejanas, al hacerse posible imaginar largos viajes espaciales en grandes naves-arcas, como había aventurado la ciencia ficción. Ya no se hablará más de marcianos, sino de “extraterrestres”, para significar que el origen de las civilizaciones que nos visitan puede estar en otros sistemas solares y, por qué no, en otras galaxias.

El primer libro importante publicado en España sobre el fenómeno ovni bajo estos nuevos supuestos fue El gran enigma de los platillos volantes 8 , de Antonio Ribera, en el que se trazaba ya la hipótesis extraterrestre de nuevo cuño, en un planteamiento abierto a múltiples orígenes, aunque en cualquier caso desde la óptica de que estamos siendo vigilados por una civilización más avanzada y sabia. Ribera se convertía con esta obra en el especialista español más reconocido internacionalmente en este tema.

Notas

  1. Publicado en Ricardo Campo (coordinador). Vida en el universo. Del mito a la ciencia. Fundación Anomalía,Santander, 2008. La presente edición en esta web se ha dividido en partes y secciones, a criterio del editor, para facilitar la lectura onile. Tambien se han añadido imágenes explicativas que no aparecen en el original.
  2. Véase Los extraterrestres y sus mundos…, Campo, Ricardo, en este mismo volumen.
  3. Flying Saucers Are Real. Fawcett, Nueva York, 1950.
  4. Henry Holt, Nueva York, 1950.
  5. Véase “Conspiraciones y encubrimientos: el mito autoprotector”, de Ricardo Campo, en este mismo volumen.
  6. Aimé Michel. Mysteriéux objects volantes. Arthaud, 1958. Edición española: Los misteriosos platillos volantes. Pomaire, Barcelona, 1963.
  7. 7 Ver Cabria, 1993, en Bibliografía.

Autor

  • Ignacio Cabria

    Nacido en Santander en 1955, es licenciado en Antropología Cultural, máster en Cooperación Internacional y Diploma de Estudios Avanzados (DEA) en Antropología Social. Ha trabajado en el servicio exterior español y en cooperación internacional para el desarrollo en Mozambique, Argentina, República Dominicana y Filipinas. Empezó en la ufología en 1976 con un programa de radio en Santander sobre los ovnis y formando parte del grupo CIOVE de Santander y de la redacción de la revista Vimana. Fue colaborador del CEI y redactor de Cuadernos de Ufología. Es autor de los libros Entre ufólogos, creyentes y contactados: una historia social de los ovnis en España (CdU, 1993), Ovnis y ciencias humanas (Fundación Anomalía, 2002), Historia cultural de los ovnis en España 1950-1990 (Reediciones Anómalas, 2022) y Así creamos monstruos (Luciérnaga, 2023). Además, realizó su trabajo de investigación para el DEA en Antropología Social sobre el contacto extraterrestre del Grupo Aztlán (2003). Sus trabajos están disponibles en https://independent.academia.edu/IgnacioCabria.

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